domingo, 11 de noviembre de 2012

Hasta que el cuerpo aguante

Había llegado el momento de enfrentar mis más grades temores. Decidí hablar, con ella y con él, sobre lo que sentía. Los amaba con todas las fuerzas de mí ser.

Mis padres estaban en Veracruz, visitando a mi abuela. Decidí que mi casa sería el lugar correcto para reunirlos. La cita fue el lunes a las 19:30 horas en mi casa.
Ella llegó primero. Me impresionó su vestimenta: un abrigo negro, pantalón ajustado y botas negras. Se veía hermosa. La tomé por la cintura y la besé. Cinco minutos después, llegó él. Nunca se había visto tan bien: una camisa rosa ajustada que dejaba ver sus músculos bien torneados, pantalón de mezclilla y unos zapatos cafés. Lo besé como siempre.
Era el momento de hablar. No encontraba las palabras hasta que un impulso me llevó a decirles: “los amo y es por eso que los tengo aquí. Gabriel, eres el amor de mi vida pero me he enamorado de Rocío”. Gabriel creyó que era una broma hasta que notó la seriedad de mis palabras.
Gabriel dijo: “Sabes que me ha costado mucho trabajo llegar hasta ti, Alberto. ¿Vas a terminar la relación conmigo solo por creerte enamorado de Rocío?”.
Comencé a ponerme más nervioso. No sabía cómo decírselo. Pensé las palabras correctas y dije: “estoy plenamente convencido de que te amo. No quiero terminar contigo. Solo te estoy pidiendo que me permitas estar con Rocío y contigo. Te estoy pidiendo una relación poliamorosa”.
Rocío se notaba demasiado incómoda y dijo: “Gabriel, te amo y he aceptado compartir el amor de Alberto contigo. Dejemos de ser convencionales. Amémonos y dejémonos llevar hasta que el cuerpo aguante”.

Gabriel se levantó de su silla y salió de mi casa. Salimos detrás de él pero era demasiado tarde. Había decidido irse. Comencé a llamar a su celular y desviaba mis llamadas. Veinte intentos de llamadas después, me envió directo al buzón de voz. Al soltar la primera lágrima, Rocío había decidido irse a casa.
El sábado Gabriel me llamó y me citó en el Monumento a la Revolución. Había llorado toda esa semana por él. Al llegar, me llevé una gran sorpresa: Gabriel y Rocío tomados de la mano. No supe cómo reaccionar y comencé a llorar. Gabriel corrió, me abrazó y dijo: “No te dejaría por nada en el mundo. Te amo y solo quiero que seas feliz”. Rocío me abrazó poco después y dijo: “Te amamos y nos vamos a apoyar”.
Después de ese momento sabía que era momento de enfrentar lo que viniera. Era momento de hablar con mi familia. ¿Qué me dirá mi papá? ¿Qué dirá mi mamá? ¿Qué pasará con mi vida?

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